domingo, 4 de mayo de 2014

“Equívoca quintaesencia”. Ciencia y pseudociencia en la España del siglo XVI

La actitud de los teólogos cristianos hacia saberes considerados hoy pseudocientíficos, como la alquimia o la astrología, fue tradicionalmente ambigua. Por ejemplo, mientras que san Agustin rechazaba la "fatalidad astral" (La ciudad de Dios, V-I) basándose en el carácter dispar de los gemelos, la astrología cristianizada, vía Aristóteles, fue una importante ciencia medieval mediante la que, en principio, era posible desentrañar las intenciones divinas, actuando a través de algunos "poderes astrológicos naturales". De la misma forma que era preciso distinguir los falsos de los verdaderos milagros y reliquias, los teólogos también intentaron ser cuidadosos distinguiendo a los "charlantes alquimistas" de los verdaderos alquimistas. Según un artículo de María Tausiet en Asclepio. Revista de historia de la medicina y de la ciencia, los indicios para detectar a los embusteros aparecían resumidos en cuatro características:

Inmoralidad, ignorancia, pobreza, y utilización de materiales extravagantes. En consecuencia, sólo los buenos cristianos, versados en el arte, con un nivel económico suficiente como para sobrevivir dignamente sin tener que recurrir a la estafa, y dispuesto a obrar con sustancias comunes, resultaban dignos de confianza.  

Tausiet ilustra la controversia en un caso particular acaecido en la España del siglo XVI. El caso de Fray Juan de Santa Ana, alquimista que vivía en el monasterio de Santa Engracia de Zaragoza, y que fue objeto de diversas pesquisas judiciales "para descubrir la auténtica naturaleza de sus actividades" entre 1593 y 1596. Este monje, que participaba en la creencia general de que era posible fabricar la "piedra filosofal", fue acusado de fabricar moneda falsa, considerado entonces un crimen horrendo "de lesa majestad divina y humana", equiparable con la alta traición, y penado con la muerte.

“Gran parte de la fama del monasterio de Santa Engracia se debía
a los constantes milagros atribuídos a los mártires enterrados en
su subsuelo.”

Durante el proceso judicial se pusieron en contraste dos visiones contrapuestas. Por una parte, la interpretación "materialista" defendida por el fiscal, que acusaba al monje de acuñar moneda falsa, y por otra, la interpretación idealista del propio monje, cuya intención "a corto plazo se reducía a esculpir imágenes sagradas en plata, pero su auténtica meta era descubrir el secreto de la quintaesencia o piedra filosofal". Esta justificación marcadamente idealista del monje se correspondía con la concepción metafísica tradicional sobre el perfeccionamiento de la materia:

La filosofía en que Fray Juan basaba sus experimentos era la misma que había guiado a muchos otros alquimistas anteriores a él desde los tiempos más remotos: la idea básica según la cual cada elemento del mundo creado tiende a la prefección. Teniendo en cuenta que el ritmo de la naturaleza es extremadamente lento, el ideal perseguido por la alquimia consistía precisamente en acortar lo más posible el tiempo natural que a cada elemento le era necesario para alcanzar su nivel de excelencia. Para ello había que buscar un agente necesario de los procesos espontáneos, una especie de medicina o remedio aplicado a la materia que consiguiera refinarla cuanto antes, lo que implicaba su conversión en oro o plata puros, en un doble sentido material y simbólico. Dicha medicina o agente se identificaba con la mítica piedra filosofal, conocida también como quintaesencia, elixir vital, panacea universal, etc.

El caso del monje aragonés apoyaría el escepticismo de los historiadores contra las lecturas psicológicas y espirituales de la alquimia defendidas por estudiosos de la religión de enorme prestigio, como Mircea Eliade y Carl Gustav Jung. Estas lecturas, según Tausiet "no representan sino interpretaciones románticas alejadas de la realidad cotidiana, y no por casualidad han sido elaboradas al margen de la investigación histórica, es decir, de la observación directa de los casos concretos".

Es interesante subrayar que la popularidad de la alquimia en la cristiandad participaba de una tensión cultural reflejada en las opiniones de los doctores escolásticos. El "sabio universal" más respetado de la baja edad media, Alberto Magno, sólo juzgaba "aparente o superficial" la posibilidad de la transmutación de la materia, y Tomás de Aquino, canonizado en 1323 y exponente máximo de la síntesis filosófica cristiana, rechazó explícitamente la transmutación. La necesidad de justificar el arte de la alquimia llevó, sin embargo, a la circulación de numerosos tratados en su defensa, a veces atribuidos erróneamente al beato Ramón Llull (1232-1315), o al médico y teólogo Arnaldo de Villanova (1238-1311).

Lo que sabemos, en cualquier caso, es que la culpabilidad del Fray Juan no llegó determinarse claramente, lo que vuelve a reflejar la ambigüedad de la teología con respecto a estos temas y la dificultad de establecer barreras rígidas e inamovibles entre la ciencia y la pseudociencia, la virtud y el fraude:

Si alguna conclusión puede derivarse de este proceso es la imposibilidad de trazar una frontera entre una alquimia "verdadera" (asociada al idealismo del fraile) y una "falsa" (basada en sus intereses materiales); ambos aspectos se entremezclan, inseparables de su personalidad y de sus circunstancias. La alquimia de Fray Juan no constituía una disciplina espiritual heroica en pos de un ideal inalcanzable o, por el contrario, una quimera absurda, basada en creencias supersticiosas. Un error todavía mayor sería calificarla de engaño deliberado o de simple estafa, teniendo en cuenta la vehemente dedicación del fraile a sus experimentos, su intensa convicción interior y su indudable interés en los aspectos teóricos del arte.


ResearchBlogging.orgTausiet, M (2011). Equívoca quintaesencia. Alquimia espiritual y moneda falsa en la España del siglo XVI Asclepio. Revista de historia de la medicina y de la ciencia, 63 (2), 319-348

sábado, 3 de mayo de 2014

Wishful seeing: Vemos lo que queremos

El "fenómeno OVNI" es susbtancialmente escópico, es decir, se fundamenta en la mirada. De ahí la importancia y omnipresencia del término "Avistamiento". Pero los informes sobre "avistamientos", tal y como aparecen en el relato de los testigos, rara vez reflejan la "realidad" o lo que Hynek llamaba el "correlato existencial". Y de ahí que sea tan importante conocer bien las características naturales y las limitaciones sistemáticas de la percepción humana.

En el blog Psy'n'Thesis pasan revista a un fenómeno de la percepción que llaman "wishful seeing". Por lo visto se da en una gran variedad de situaciones:

todas las cuales tienen como denominador común el hecho de que nuestros deseos acaban induciéndonos una percepción determinada, por más que ésta no se ajuste del todo a la realidad. Y no es que la persona finja para evitarse una situación aversiva, o al contrario, para obtener una recompensa. Tampoco se trata de un “autoengaño” consciente, ni de una racionalización amable de la realidad. Más bien, se trata de una forma de procesar los estímulos visuales que ocurre de manera automática y veloz. 

La percepción es una actividad sesgada. A veces no vemos el mundo como es sino como queremos que sea. Y esta característica, aunque en distintos grados, afecta desde la percepción visual normal a la percepción guiada por teorías científicas.

lunes, 28 de abril de 2014

Gustavo Bueno: “Hay que explicar por qué la gente los ve”

En 2000, junto con Raúl Angulo e Iñigo Ongay, tuve la ocasión de entrevistar en su casa de Llanes al gran filósofo español Gustavo Bueno. El final de esta larga entrevista lo dedicamos a los extraterrestres.

Resultó que Bueno, aunque exhibía un escepticismo socarrón, conocía bastante bien el asunto. Había leído a Sesma, el libro de Jung "sobre cosas que se ven en el cielo" y entre otras cosas estaba al corriente de las revelaciones sobre el carácter fraudulento del caso "Ummo", uno de los más conocidos de la ufología española.

A mí me han abucheado en Palma de Mallorca, en los años 80, cuando di allí una conferencia. Al final, en el coloquio –había un público bastante raro, por cierto– me pidieron que diera mi opinión sobre los extraterrestres. Me preguntaron si los había visto, y contesté que no. Resulta que en aquellos días habían aparecido en la playa ovnis, y además había un congreso sobre ello. Me dijeron que primero fuera a la playa antes de pronunciarme sobre el tema. Me negué, pues tenía que coger el avión y no podía ir a la playa, lo que causó una repulsa completa. Me llamaron doctrinario, pues negaba la existencia de extraterrestres por no haberlos visto. Yo contesté que ellos tampoco los habían visto: aunque vayamos a la playa, veremos cosas diferentes. Con todo, hay que explicar por qué la gente los ve. Aquí en Asturias, un taxista vio dos extraterrestres y habló con ellos (¿en qué idioma?), fue a la policía y nadie le discutió, es decir, nadie le llevó al manicomio. Fue un asunto muy comentado. «Si es fulano de tal», decían, «si yo le conozco, y es una persona normal, pues habrá hablado con ellos.».

Efectivamente, hay que explicarlo. Y parafraseando al viejo Parménides, hasta de los platillos volantes hay ideas.

domingo, 27 de abril de 2014

Darwin y los extraterrestres

La vida extraterrestre es un antiguo sueño humano. Entre otros, especularon sobre ello Platón, Luciano de Samosata, Fontenelle o Cirano de Bergerac, antes de la explosión de la literatura de anticipación, y de la ciencia-ficción a partir del siglo XIX.

En el contexto de la ciencia biológica, y concretamente de las teorías evolucionistas de Charles Darwin, todo empieza por un error. Como es bien sabido, Darwin había propuesto en 1859 un origen puramente natural de las especies, basándose en el mecanismo de la selección natural y en la evolución a partir de formas inferiores de vida. Uno de los problemas teóricos con los que se topó el evolucionismo, sin embargo, fue el hecho de que la tierra parecía ser demasiado joven para explicar la evolución de la complejidad biológica actual. Pero este supuesto se basaba en los cálculos erróneos del físico Lord Kelvin (1824-1907).

La supuesta juventud de la tierra, y los numerosos huecos que ofrecía el registro fósil conocido en el siglo XIX permitió a algunos naturalistas, como Otto Hahn (1828-1904), autor del libro Die Meterorite (Chondrite) und ihre organismem (1880) buscar un origen no terrestre de la vida. Los detalles los cuentan en un blog de Scientific American:

Hahn argumentó que los meteoritos estudiados eran remanentes de nubes cósmicas de gas, vapor y polvo a partir del cual se formó nuestro sistema solar. La vida se formó en este ambiente semi-líquido, evolucionando al menos hasta el estado de los invertebrados. Tras la formación de los planetas, aglomerados de materia transportaron estos organismos primitivos hasta la tierra donde continuaron evolucionando hasta la aparición del hombre.

Por lo visto Darwin conocía las teorías de Hahn, aunque los expertos consideran improbable que se tomara realmente en serio la hipótesis sobre el origen extraterrestre de la vida terrestre. De hecho, el mismo Darwin dedicó ediciones posteriores de El origen a desmontar la teoría de Kelvin, mostrando que (como sabemos hoy) hay suficiente tiempo en la tierra para explicar un origen nativo de la vida.

jueves, 24 de abril de 2014

La visión de Fray Julián de Alcalá

Acabo de terminar estos días de leer la "biografía definitiva" de Geoffrey Parker sobre Felipe II (Editorial Planeta, 2012). Al tratar sobre la muerte del monarca, Parker menciona esta visión del alma del rey ascendiendo a los cielos, atribuida entre otros al fraile Julián de Alcalá, y pintada posteriormente por Murillo.

La muerte de Felipe II, un 13 de septiembre de 1598, "cuando el Alba rompía por el oriente", causó una gran conmoción en sus súbditos. Fray José de Sigüenza (1544-1606) estaba convencido de que la súbita lucidez de Felipe ante la muerte "no pudo obedecer a causas naturales" y, sobre todo, de la salvación del monarca. Algunos contemporáneos incluso creyeron ver "entrar en el cielo el alma del prudentísimo rey, después de aver estado en el purgatorio". Aunque los testigos de este prodigio no se pusieron de acuerdo en torno a la fecha exacta de la elevación regia, los relatos coincidían a grandes rasgos con esta descripción de la visión experimentada por fray Julián de Agustín (Alcalá):

Un día por el fin de septiembre, del año de 1603, [fray Julián] dixo delante de cinco testigos que a las nueve de la noche, poco más, aparecerían en el cielo dos nubes coloradas, una en la parte de Oriente y otra en la de Occidente, y se juntarían en una; y al tiempo que se juntassen, saldría del Purgatorio y entraría en la Gloria el ánima del Católico Rey don Felipe II de gloriosa memoria. (Citado por Geoffrey Parker, Pág 953-53)

En el marco fuertemente espiritual de la época, estas visiones no eran inusuales. Además, la convicción de que el gran rey español descansaba merecidamente en los cielos podía apoyarse en la generalizada creencia en la eficacia de las oraciones, o en el poder redentor de las 7.422 reliquias que consiguió coleccionar en su vida Felipe II. El rey también hacía que rociasen su lecho con agua bendita, ya que la doctrina de la iglesia sostenía que este recurso podía lavar los pecados veniales.

La visión de Fray Julián de Alcalá (Detalle)


Para un ufólogo moderno es desde luego tentador clasificar este tipo de fenómenos dentro de la misma categoría que los "platillos volantes". Jacques Vallée, el inventor de la hipótesis de "Magonia", junto con Chris Aubeck, ha publicado recientemente una historia retrospectiva de la ufología, mostrando que las visiones de "maravillas en el cielo" son bastante comunes en todas las épocas. También cabe recordar la hipótesis de Carl Jung, autor de un maravilloso librito sobre cosas que se ven en el cielo, según el cual los platillos y otras luces celestes podrían ser arquetipos de lo inconsciente colectivo.

La mayoría de los católicos españoles del siglo XVI, con el rey a la cabeza, hubieran encontrado extraña (o herética) esta sugerencia de Jung o de los ufólogos sofisticados, que insinúan una susbtancia común entre las visiones de Fray Julián y el platillo de Rosswell. Para los súbditos de Felipe, esas "nubes coloradas" no eran metafísicas, sino la misma alma del rey ascendiendo al cielo empíreo, y los testimonios históricos son lo bastante explícitos como para afirmar el carácter literal de estas creencias.

Publicado en La revolución naturalista.

lunes, 21 de abril de 2014

La maldición OVNI de Philip J. Klass

Según Wikipedia:

A los ufólogos que me critican, o han tenido alguna vez pensamientos poco agradables sobre mí en privado, por la presente dejo y lego: La Maldición OVNI. No importa lo larga que sea tu vida, jamás sabrás nada más de lo que sabes hoy sobre los OVNIs. Nunca sabrás nada más sobre lo que son realmente los OVNIs, o de donde vienen. Nunca sabrás nada más sobre lo que realmente sabe el gobierno de los Estados Unidos de lo que sabes hoy. Cuando yazcas en cama en las postrimerías de la muerte estarás tan desconcertado sobre los OVNIs como lo estás hoy. Y recordarás esta maldición.

domingo, 20 de abril de 2014

Los creyentes tienden más a interpretar fenómenos aleatorios en términos mentales

Los amantes de las anomalías y misterios suelen subrayar rutinariamente el papel de las casualidades significativas, sincronicidades, patrones ocultos, etc.

El asunto ha interesado a los científicos cognitivos, ya que parece que la tendencia a advertir este tipo de patrones está asociada con las creencias sobrenaturales y tiene que ver con el modo en que el cerebro procesa la información, sobre todo aquellas áreas asociadas con la "teoría de la mente". Michael Shermer llama a esto "patronicidad" ("patternicity"): "la tendencia a hallar patrones significativos en ruido no significativo." Según Shermer la evolución no nos ha dotado con una adaptación específica para detectar los falsos y los verdaderos patrones y "de ahí la necesidad de la ciencia con sus mecanismos autocorrectores de replicación y revisión por pares". El problema, para muchos de los creyentes en anomalías, es que para ellos la ciencia oficial es sistemáticamente sospechosa, por lo que estos mecanismos correctores difícilmente servirían desde una perspectiva heterodoxa.

Un estudio reciente (Riekki et al., 2014) confirma que existe una interesante asociación entre esta tendencia a detectar patrones y las creencias sobrenaturales. Aunque la muestra es minúscula (12 creyentes y 11 escépticos), los resultados son consistentes con la línea de investigación. Del extracto:

Comparados con los escépticos, los creyentes en lo sobrenatural calificaron los movimientos al azar como más intencionales, y experimentaron una activación más fuerte de los circuitos asociados con la teoría de la mente durante la animación con movimiento aleatorio. La fuerza en la activación relacionada con la teoría de la mente está asociada con la tendencia de los creyentes en lo sobrenatural de interpretar fenómenos aleatorios en términos mentales. En consecuencia, las diferencias en el procesamiento de la teoría de la mente podrían contribuir a las diferencias entre creer y no creer.

Las discusiones entre "creyentes" y "escépticos" son inútiles, y suelen resolverse de forma violenta, no sólo porque enfrentan teorías, intereses y quizás valores personales opuestos, sino probablemente porque enfrentan cerebros diferentes.