No todos los ufólogos están de acuerdo con la hipótesis de la sequía. Según Iker Jiménez, autor de una Historia de los OVNIs en España, en los años 90 del siglo pasado también se produjeron en nuestro país "oleadas" intensas. Y según Carlos Canales y Jesús Callejo la supuesta sequía sería más bien una peculiaridad española. Aún asi, la idea de sequía está muy extendida en España. En alguna entrevista, J.J. Benítez lo ha reconocido implícitamente al augurar una nueva oleada que resucitará el interés platillista, hoy en horas bajas. Esta opinión nostálgica de la periodista Lourdes Martin es representativa:
Me he lamentado una y mil veces por no haber nacido antes. Por no haber vivido esa época en la que los teléfonos de las redacciones periodísticas especializadas en la cuestión echaban humo intentando recoger todas las llamadas de cientos de testigos que aseguraban haber descubierto aquel misterio en los cielos. Me imagino que serían momentos de esquizofrenia, instantes en los que prima la actualidad y la presteza informativa y en los que no hay tiempo para hacer una reflexión profunda acerca del por qué de la cuestión. Y es que seguramente no fuera necesario, porque cuando se tiene delante hechos que no pueden explicarse de ninguna de las formas posibles sin acudir a hipótesis que hablan de tecnología superior e incluso extraterrestre, es sencillamente accesorio interrogarse sobre la veracidad de dichas informaciones.
Habría que subrayar que las llamadas "oleadas" son, ante todo, oleadas de testimonios y noticias. Las presuntas oleadas se sustentan básicamente en la fe de los investigadores privados y sus redes informales de corresponsables en los testimonios (subjetivos) de los testigos más que en las evidencias objetivas, analógamente a como la reciente "oleada" de acoso sexual en la comunidad escéptica y humanista norteamericana, pese a identificarse como "racionalista", se sustenta en la creencia en los relatos de las supuestas víctimas.
Supuesto OVNI de la "oleada belga" de 1990 |
Desde luego no soy el primero en cuestionar la consistencia de las supuestas oleadas, ni me corresponde emitir un juicio. Según los escépticos Felix Ares y David G. López (Estudio de la oleada 1968-1969), estas oleadas estarían estimuladas por los medios de comunicación de masas y se transmitirían según un modelo epidemiológico: cuánto más se habla de platillos volantes en los medios de comunicación, más gente está dispuesta a informar de avistamientos y "encuentros" con platillos. Philip J. Klass lo expresó así:
Una vez que las informaciones periodísticas llevan al público a creer que puede haber ovnis cerca, hay muchos objetos naturales o hechos por el hombre que, especialmente de noche, pueden adquirir características inusuales en la mente de testigos predispuestos. Los testimonios de estas personas ayudan, a su vez, a aumentar el entusiasmo de la gente, lo que lleva a más personas a esperar ver ovnis. Esta situación se realimenta hasta que los medios de comunicación pierden interés por el asunto; entonces la oleada de observaciones acaba rápidamente.
Aunque soy algo renuente a equiparar la ufologia con la fenomenología religiosa, es evidente que existen continuidades. Los "platillos" tienen desde luego algo de uránico, sus presuntos tripulantes e intenciones aparentan tener algo que ver con los dioses "de lo alto" descritos por Mircea Eliade, y las similitudes con el "fenómeno" religioso son todavía más poderosas en el contactismo y los llamados "encuentros en la tercera fase". También el psicólogo Carl G. Jung ha subrayado el carácter espiritual y arquetípico numinoso de los platillos, que el entendía como mandalas modernos. Por no mencionar a los proponentes de hipótesis astroarqueológicas, como Erich Von Daniken, o la angelología extraterrestre (teovnilogía) de Salvador Freixedo.
Suponiendo una continuidad entre ufología y religión, creo que la llamada "sequía" recuerda a lo que los teólogos conocen como "silencio de Dios". Un silencio que aunque no tiene por qué interpretarse como una evidencia negativa, tal y como explican en el Diccionario de teología fundamental: "el silencio como lenguaje que se asume para hacer comprender en plenitud los signos y las palabras expresadas" (Pág. 1373), de todos modos coloca al creyente en una situación desconcertante. Al igual que los teólogos interpretan el silencio divino como una evidencia indirecta más profunda de la revelación, los ufólogos, contactados y creyentes platillistas siempre pueden interpretar la supuesta "sequía" de alguna forma sofisticada en que no comprometa sus creencias o posiciones fundamentales. Por ejemplo, como un simple aplazamiento de la promesa mesiánica, o "contacto", en el sentido de J.J. Benítez.