La muerte de Felipe II, un 13 de septiembre de 1598, "cuando el Alba rompía por el oriente", causó una gran conmoción en sus súbditos. Fray José de Sigüenza (1544-1606) estaba convencido de que la súbita lucidez de Felipe ante la muerte "no pudo obedecer a causas naturales" y, sobre todo, de la salvación del monarca. Algunos contemporáneos incluso creyeron ver "entrar en el cielo el alma del prudentísimo rey, después de aver estado en el purgatorio". Aunque los testigos de este prodigio no se pusieron de acuerdo en torno a la fecha exacta de la elevación regia, los relatos coincidían a grandes rasgos con esta descripción de la visión experimentada por fray Julián de Agustín (Alcalá):
Un día por el fin de septiembre, del año de 1603, [fray Julián] dixo delante de cinco testigos que a las nueve de la noche, poco más, aparecerían en el cielo dos nubes coloradas, una en la parte de Oriente y otra en la de Occidente, y se juntarían en una; y al tiempo que se juntassen, saldría del Purgatorio y entraría en la Gloria el ánima del Católico Rey don Felipe II de gloriosa memoria. (Citado por Geoffrey Parker, Pág 953-53)
En el marco fuertemente espiritual de la época, estas visiones no eran inusuales. Además, la convicción de que el gran rey español descansaba merecidamente en los cielos podía apoyarse en la generalizada creencia en la eficacia de las oraciones, o en el poder redentor de las 7.422 reliquias que consiguió coleccionar en su vida Felipe II. El rey también hacía que rociasen su lecho con agua bendita, ya que la doctrina de la iglesia sostenía que este recurso podía lavar los pecados veniales.
La visión de Fray Julián de Alcalá (Detalle)
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Para un ufólogo moderno es desde luego tentador clasificar este tipo de fenómenos dentro de la misma categoría que los "platillos volantes". Jacques Vallée, el inventor de la hipótesis de "Magonia", junto con Chris Aubeck, ha publicado recientemente una historia retrospectiva de la ufología, mostrando que las visiones de "maravillas en el cielo" son bastante comunes en todas las épocas. También cabe recordar la hipótesis de Carl Jung, autor de un maravilloso librito sobre cosas que se ven en el cielo, según el cual los platillos y otras luces celestes podrían ser arquetipos de lo inconsciente colectivo.
La mayoría de los católicos españoles del siglo XVI, con el rey a la cabeza, hubieran encontrado extraña (o herética) esta sugerencia de Jung o de los ufólogos sofisticados, que insinúan una susbtancia común entre las visiones de Fray Julián y el platillo de Rosswell. Para los súbditos de Felipe, esas "nubes coloradas" no eran metafísicas, sino la misma alma del rey ascendiendo al cielo empíreo, y los testimonios históricos son lo bastante explícitos como para afirmar el carácter literal de estas creencias.
Publicado en La revolución naturalista.